miércoles, 29 de diciembre de 2010

CATÁLOGO DE ESPECIES A EXTINGUIR: I. LOS PROGRES

ARTÍCULO PUBLICADO EN "LA OPINIÓN DE TENERIFE" EL 23 DE NOVIEMBRE DE 2010





De entre todas las especies que integran la fauna urbana, los progres ocupan un lugar de privilegio en atención a su estado de permanente actualidad. Y, para evitar susceptibilidades no deseadas, que quede claro que no me estoy refiriendo a quienes defienden posturas progresistas dignas del mayor respeto, tanto desde el punto de vista político como social o económico, sino a aquéllos que predican unas teorías que después no llevan a la práctica.

De entrada, para ser un buen progre es consustancial, no sólo votar a la izquierda sino, además, repudiar a la derecha. No basta sólo con lo primero. Lo segundo también es obligatorio y ese rechazo conviene expresarlo de forma vehemente frente a unos interlocutores, por lo general, más educados y menos viscerales. La vehemencia es imprescindible porque la utilizan como vehículo para compensar la incoherencia de la que hacen gala con impunidad. Buena muestra de ello suele ser su afirmación de que no todas las dictaduras son iguales y su ulterior  capacidad para argumentar tamaña estupidez. Consideran que países como Venezuela o Cuba gozan de sistemas políticos excelentes y son el paradigma de la igualdad social. Para completar el cuadro, su admirada música tropical cumple la doble función de incitar al  baile y, simultáneamente, silenciar el ruido de los estómagos vacíos.

No menos admirable resulta su esforzada defensa de la escuela pública, pese a que ellos llevan a sus hijos a colegios privados o concertados y, preferiblemente, bilingües o trilingües. Un presidente autonómico que a finales de noviembre se enfrentará de nuevo a su electorado es el modelo perfecto de esta práctica. Supongo que la explicación que les dará a sus futuribles votantes es  tan simple como que ese centro en el que estudian sus hijos le queda más próximo a su domicilio. La progresía de primera división prefiere vivir en barrios residenciales rodeados de gran confort y poco frecuentados por esa gente marginal que, curiosamente, suele votar lo mismo que ellos cuando acude a las urnas.

También se congratulan de que los más desfavorecidos puedan disfrutar del sistema sanitario patrio, hasta hace bien poco la envidia del resto de países desarrollados. Pero, lamentablemente, tampoco suelen coincidir con ellos en las salas de espera de los ambulatorios porque un buen número de progres de todas las profesiones acuden a la sanidad privada, sobre todo en el caso de las mujeres dispuestas a perpetuar la especie. Donde esté volver del paritorio a una habitación individual que se quite la compartida. Para apenas tres días de ingreso, la posibilidad de alternar con alguna adolescente dominicana que, a ritmo de reggaeton, abarrota  la estancia con cuatro generaciones (el bebé, la quinta) no es una opción.

Asimismo, y salvo contadas excepciones, para esta casta de modernos resulta obligado hacer gala de su ateísmo. Esta manía tan cansina por repetitiva se puso de manifiesto, sin ir más lejos, en la reciente visita a España del Papa Benedicto XVI. Que el blanco de las críticas de determinados periodistas progres suela ser invariablemente el mismo -la Iglesia Católica, principio y fin de todos los males de la humanidad- es una patología digna de estudio. Por el contrario, y en un alarde de multiculturalidad, son sumamente respetuosos con cualquier manifestación proveniente del resto de confesiones religiosas, a las que defienden con ardor. Todavía estoy esperando ver algún gag antiislamista en boca de los cómicos de Cuatro o de La Sexta. Será que temen que las víctimas de sus chanzas no sepan comprender ese fino sentido del humor y acudan al plató lanzallamas en mano, poco acostumbrados a poner la otra mejilla. A veces, en un rapto de lucidez, reconocen que algunos fieles recurren a métodos un tanto excesivos como ablaciones, lapidaciones o bodas pactadas desde la infancia pero la culpa es de nuestra egoísta sociedad occidental, incapaz de dedicar un esfuerzo mínimo en comprender las idiosincrasias ajenas.

Como colofón, un breve apunte sobre la estética progre a fin de colaborar a su identificación. Es muy fácil. Basta con aplicar el tan manido concepto de “diseño” a cualquier aspecto de la vida diaria, desde el vestuario hasta el menaje pasando por el ocio y el negocio. Multimillonarios artistas por todos conocidos invierten sus saneados capitales en yoga de diseño, sábanas de diseño, cepillos de dientes de diseño, bolsos de diseño y áticos de diseño, siempre y cuando sus etiquetas exhiban unos precios lo suficientemente disuasorios como para que el resto de especies no podamos acceder a ellos. Por lo visto,  todos los integrantes de la fauna urbana somos iguales pero unos son más iguales que otros.

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