sábado, 1 de septiembre de 2012

NUNCA SON MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

 
 
 
 

Con cada inicio de curso, con cada cambio de temporada, me asalta inevitablemente la misma reflexión en torno al paso del tiempo. Constato que la vida es una rueda que avanza sin parar de girar. Día tras día. Mes tras mes. Año tras año.

Sin embargo, confieso que esta realidad no me produce ningún rechazo y en todos mis cumpleaños me pregunto qué me deparará el destino durante las siguientes cincuenta y dos semanas. 

Unas veces me ha salpicado de tragedia. Otras, sin embargo, ha sido la comedia la que se ha impuesto. Exactamente igual que en mi adorado Séptimo Arte. 

En ocasiones ha zarandeado mi alma con dolorosas despedidas pero, en una suerte de justicia compensatoria, también me ha cubierto de afectos a través de bienvenidas maravillosas y de inesperados reencuentros.

Aunque no siempre ha sido generoso conmigo, me ha brindado los mejores mimbres para  trenzar mi personal cesto de esperanza y de fe en el futuro.

Y aquí sigo, entera y agradecida por poder disponer todavía de mis cinco sentidos. Consciente del privilegio que supone ver, oír, tocar, oler y gustar. Con la curiosidad intacta y con la capacidad de sorpresa aún vigente.

Mientras la calle ruge que son malos tiempos para la lírica –imposible olvidar a Golpes Bajos: “el azul del mar inunda mis ojos, el aroma de las flores me envuelve”-, mi innato optimismo pugna por abrirse paso entre las sombras. Espero triunfar en el intento porque todo lo que he vivido hasta la fecha ha educado mi mirada para descubrir el lado positivo de las cosas.

No se trata de una actitud inocente. Tampoco de una pose de cara a la galería. Es más bien un ejercicio de voluntarismo con argumentos, de firme convencimiento de que a ser feliz también se aprende. Y yo no quiero perderme ninguna clase de la asignatura más importante.

Seguir teniendo sueños por cumplir es un magnífico punto de partida para este septiembre recién estrenado y a mí, una Cáncer de libro, sueños nunca me han faltado.

Sueños como el de abrazar a quienes tanto he querido, quiero y seguiré queriendo.

Sueños como el de pasear en otoño por los parques de Pamplona.

Sueños como el de continuar escribiendo. 

 


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