viernes, 5 de octubre de 2012

LA ODISEA DE ESTUDIAR EN ESPAÑOL EN ESPAÑA


Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 5 de octubre de 2012

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 8 de octubre de 2012



En estas últimas semanas los medios de comunicación se han hecho eco de una serie de despropósitos pseudopolíticos provenientes de las denominadas nacionalidades, un concepto acuñado en el controvertido título VIII de nuestra vigente Carta Magna que ha degenerado con el paso del tiempo hasta convertir a España en lo que, como era de prever, es hoy en día: un Estado en liquidación y una Nación en ruinas. Sólo así se explican iniciativas tan lamentables como el órdago independentista de Artur Mas o la exigencia del conocimiento de euskera por parte de Bildu para la adjudicación de obras públicas en suelo vasco. 

En mi humilde y escasamente compartida opinión, el supuesto espíritu constructivo que sobrevoló la tan traída y llevada Transición a la democracia y que inspiró la actual Constitución Española no fue ni tan constructivo ni tan espiritual. Que se lo digan si no a algunos de los diecisiete mandamases autonómicos que, en la peor crisis económica que recordamos, no hacen más que exigir a las arcas generales un dinero que brilla por su ausencia. Ya se encargaron los siete firmantes del texto (entre ellos, los catalanes Miquel Roca y Jordi Solé Tura) de sentar unas bases lo suficientemente indefinidas como para perderse en disquisiciones bizantinas y hacer buena la inevitable máxima de “pan para hoy y hambre para mañana”.


Treinta y cinco años después, el diablo llama a la puerta, impaciente por cobrarse la deuda de la fragmentación definitiva. Porque es ahora, al cabo de dos generaciones de estudiantes convenientemente manipulados en las aulas, cuando se está materializando aquel resultado largamente soñado. Las transferencias a las Comunidades Autónomas en materia de Sanidad, Justicia y Educación no han servido más que para poner de manifiesto las flagrantes desigualdades entre españoles en función del territorio en el que habitan. Concretamente en materia educativa, los Gobiernos de Cataluña y el País Vasco de las tres últimas décadas se han marcado como objetivo prioritario trasladar a las aulas una versión falsa de la Historia de España a la medida de sus objetivos electoralistas y ahora están recogiendo los frutos de esa siembra siniestra. Curiosamente, los dos partidos mayoritarios, sometidos a los votos del chantaje necesarios para llegar a la Moncloa, han sido sistemáticamente cómplices de estos atropellos. Y si a ello se añade la figura de la inmersión lingüística entendida, no como defensa de las lenguas específicas (que, por supuesto, aplaudo), sino como rechazo frontal de la lengua común (que considero intolerable, además de denunciable ante los tribunales), ya hemos completado el cuadro.


Para más inri, estos mediocres mandatarios se han permitido el lujo de reírse del Estado de Derecho incumpliendo todas y cada una de las sentencias que les obligan a impartir la educación en castellano, enésimo ejemplo de su falta de respeto a las leyes, al Poder Judicial y a los afectados directamente por la actitud discriminatoria y chulesca de la que hacen gala. Además, como el efecto imitación  no conoce límites, ahora es en los territorios gallego y balear donde se reproducen idénticas ilegalidades, incumpliendo así los dirigentes populares las promesas electorales que les auparon a la poltrona. Supongo que sus votantes no estarán muy contentos con este cambio de rumbo, que obliga a sus hijos a tenerse que desplazar diecisiete kilómetros para poder estudiar alguna asignatura en español -como Esteban, un niño de 9 años que vive en Brión, provincia de La Coruña-. 

¿Cómo es posible que vivamos en un país donde los escolares no puedan estudiar con libertad en la única lengua común a todos ellos? ¿Decir esto equivale a no respetar al resto de las lenguas cooficiales? ¿Decir esto implica ser de izquierdas o de derechas? En absoluto. Decir esto significa, sencilla y llanamente, aborrecer la utilización de las lenguas al servicio de las ideologías y exigir, con la Constitución en la mano, el cumplimiento de los derechos fundamentales que tanto nos costó conseguir. 

http://www.laprovincia.es/opinion/2012/10/05/odisea-estudiar-espanol-espana/488175.html
 

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