domingo, 6 de enero de 2013

PERDÓN POR SER TAN OPTIMISTA


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 6 de enero de 2013

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 8 de enero de 2013



Sinceramente, no sé si se trata de una virtud o de un defecto pero lo cierto es que, entre las características que me definen, se encuentran el optimismo a prueba de bombas y el rechazo frontal al conformismo y a la resignación. Así que, aprovechando el inicio del nuevo año, quiero romper una lanza en favor de todas esas personas que, con su actitud positiva, tratan de neutralizar este período de crisis que nos ahoga. Las recientes campañas de recogida de alimentos y juguetes que han tenido lugar en nuestra isla me demuestran que cada vez somos más los ciudadanos dispuestos a movilizarnos para cambiar las cosas.

En este sentido, siempre he defendido la idea de que la felicidad tiene mucho de voluntariedad, pese a que algunos de mis allegados tuercen el gesto cuando les expongo semejante teoría. Para hacerla efectiva, tengo por costumbre no entablar ninguna batalla que considero perdida de antemano. Me parece un gasto de energía innecesario y prefiero reservar mis fuerzas para otros fines. Con los años he desarrollado un olfato especial para detectar estas contiendas, seguramente porque para mí el tiempo es oro y me disgusta malgastarlo en discusiones que, por su propia esencia, no pueden culminar en clave de victoria o derrota. En esta vida no siempre se trata de ganar o perder ni de convencer o ser convencido. Tener criterio propio y saberlo expresar sin acritud ya me parece suficiente premio.

También este rasgo de mi personalidad suscita diversidad de opiniones. A algunos les agrada mientras que otros lo aborrecen, convencidos de que, por fuerza, tiene algo de impostura. Mientras los primeros dicen que poseo capacidad de diálogo, interés por escuchar y tendencia a colocarme en el lugar del otro, los segundos recelan de mi (sospechoso) carácter conciliador, de mi (irritante) tendencia a la introspección y de mi (férrea) negativa a un enfrentamiento vano que, en el mejor de los casos, tan sólo sirve como terapia a uno de los dos contendientes: el que, aun sin mala intención, decide trasladar sus demonios al adversario.

Mentiría si dijera que no tengo creencias religiosas ni preferencias políticas. Ni las exhibo ni las escondo. Tampoco pretendo que nadie las comparta. Sin embargo, cuando asuntos de tan profundo calado como la religión, la política o la economía se sitúan en el centro de los debates, añoro más interlocutores –máxime en esta época tan convulsa- capaces de mostrar sus discrepancias con educación y sin resentimiento, alejados de la violencia y de la falta de respeto, coherentes a la hora de exigir para sí los mismos comportamientos que reclaman a quienes piensan de manera diferente a ellos y dispuestos a aportar soluciones en vez de instalarse en la queja permanente.

Por eso, a este recién estrenado 2013 le he pedido que nos ayude a centrarnos en lo que nos une y no en lo que nos separa, a reparar en lo que tenemos y no en lo que nos falta y, por encima de todo, que nos impulse a socorrer a quienes atraviesan una peor situación. Las puertas de las ONGS están abiertas de par en par a la espera de voluntarios, con independencia de sus ideologías o credos. Tal vez con la recesión nos haya llegado el momento del verdadero compromiso humano. 


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