jueves, 21 de noviembre de 2013

CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN PARA LA INDEPENDENCIA JUDICIAL




Estamos de luto en España. La independencia judicial ha muerto. Bien es cierto que llevaba una larga temporada en la UCI pero algunos ilusos creíamos que, mientras había vida, había esperanza. Craso error. El tratamiento que, para su curación, prometió el actual ministro del ramo, Alberto Ruiz Gallardón, ha acompañado al cesto de la basura a otras tantas promesas electorales que auparon al Partido Popular por mayoría absoluta al gobierno de la nación. La medicina en cuestión se denominaba “Restablecimiento del sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial operativo hasta 1985” pero PP, PSOE, CiU, PNV e IU han acordado retirarla del mercado sine die, con lo que la diosa de la balanza, enferma terminal, acaba de sumirse en el sueño eterno. Descanse, pues, en paz.

La propia sentencia del Tribunal Constitucional que en su día avaló la vergonzante reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 -en virtud de la cual las Cortes nombrarían, no sólo a ocho, sino a sus veinte miembros- ya manifestaba que "ese cambio conlleva el riesgo de que las Cámaras atiendan sólo a la división de fuerzas existente en su propio seno y distribuyan los puestos entre los distintos partidos, en proporción a la fuerza parlamentaria de estos". A eso le llamo yo tener sus Señorías un don extraordinario para la videncia.  

La triste realidad es que vivimos en un Estado donde la separación de poderes consagrada por Montesquieu seguirá siendo una utopía en tanto en cuanto los componentes del máximo órgano de gobierno de los jueces sean designados en su totalidad por el Segundo Poder. El hecho de que el Tercero sea una mera correa de transmisión entre el Legislativo y el Ejecutivo, con lo que conlleva de corrupción y manipulación al por mayor, supone una contagiosa patología del sistema que nos condena a todos los españoles a la injusticia perpetua.

Asistimos desolados al obsceno reparto de una tarta cuya única duda estriba en el tamaño de cada porción. Sin ir más lejos, resulta sumamente significativo que incluso Izquierda Unida se haya apuntado a recoger las dulces migajas que le han concedido graciosamente los dos partidos mayoritarios y las sacamantecas formaciones independentistas. Curiosa forma de luchar en pro de la regeneración democrática. Excepción hecha de UPyD, que no se ha prestado a este asqueroso enjuague, no existe en el Parlamento ninguna voz que defienda  que sean los propios jueces y magistrados quienes elijan entre ellos mismos a sus órganos de representación y a los integrantes de los Altos Tribunales. 

Dan ganas de quemar el carné de identidad... 




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