lunes, 27 de octubre de 2014

DON JUAN TENORIO LE DA CALABAZAS A HALLOWEEN



Amparada en una incomprensible tendencia al alza en los últimos tiempos, la celebración de Halloween toca un año más a nuestras puertas con más trucos que tratos, dando así carpetazo al mes de octubre. Y también un año más me asalta idéntica sensación de perplejidad, que viene a añadirse a la que “in illo tempore” me produjo el desembarco navideño de otro extranjero, Santa Claus, anciano bonachón cuyo nexo de unión con la cultura latina equivale a un cero a la izquierda pero que, Coca Cola mediante, se erige como encarnizado competidor comercial de nuestros históricos Reyes Magos.

Al margen de la religiosidad que impregna ambas celebraciones (la festividad de Todos los Santos y de los Difuntos en el primer caso, la de Navidad en el segundo) y de la que no pocos reniegan, no estaría de más reflexionar sobre la deriva borreguil de esta sociedad, dispuesta tanto a abrazar con fervor cualquier costumbre foránea como a menospreciar sin reparos las tradiciones ancestrales que en ella nacen. Es lo que tiene la globalización, que condena a los ciudadanos a su condición de consumidores y que  transmuta a la mayor parte de ellos en ovejas sumisas dispuestas a pasar por caja.

Porque no nos engañemos. A la postre, todo se resume en una palabra: negocio. Negocio para los supermercados, que colocan las golosinas envasadas en fantasmas y ataúdes en estanterías estratégicas. Negocio para las tiendas de disfraces, que hacen el agosto en otoño vendiendo trajes de brujas, cadáveres y momias. Negocio para las televisiones, que emiten películas de terror en sesión continua, intercalando entre escena y escena una publicidad que les genera pingües beneficios. Y negocio para los locales de ocio y restauración, que organizan toda suerte de saraos gastroalcohólicos en la citada noche temática.

Incluso los propios centros escolares fomentan el festejo de la siniestra calabaza de raíces celtas y anglosajonas, decorando las aulas e ilustrando a los alumnos sobre el tema de referencia. Demasiados escollos para sortear por los padres que se muestren reticentes a que sus pequeños se sumen al terrorífico evento. Rápidamente serán tachados de antipedagógicos por cuestionar que sus hijos disfruten de la velada junto al resto de sus compañeros. O se les acusará de inmovilistas por aspirar a que vivan estas jornadas como lo que realmente son: el marco escogido para recordar a los ausentes, con o sin oraciones, con o sin visitas a los cementerios, pero siempre desde el respeto a su memoria.

Vaya por delante que a mí me encanta una fiesta y que soy feliz viendo felices a quienes más quiero. Sin embargo, agradecería que tales muestras de júbilo, con sus correspondientes sobredosis etílicas y diabéticas, hallaran cabida en otras fechas del calendario (que doce meses, cincuenta y dos semanas y trescientos sesenta y cinco días dan para elegir). Y, ya puestos a celebrar el tránsito al 1 de noviembre, echemos mano de nuestros clásicos y visitemos el camposanto de la mano de Don Juan Tenorio. 

Muchos espectadores ya hemos tenido el privilegio de presenciar esta extraordinaria función que la compañía tinerfeña Timaginas Teatro, bajo la dirección de su “alma mater” Armando Jerez, representa en las tablas canarias desde hace más de un lustro. A buen seguro, Tirso de Molina y José Zorrilla estarán aplaudiendo desde el más allá su profesionalidad y entrega. En un montaje cuya escenografía, iluminación, vestuario y música resultan impecables, los actores interpretan cada papel con un entusiasmo contagioso, metiéndose al público (miles de escolares entre ellos) en el bolsillo. 

Mi agradecimiento más profundo a todos ellos por este regalo de tradición y cultura propias. Por lo que a mí respecta, seguiré utilizando las calabazas para cocinar un buen potaje.



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