martes, 2 de diciembre de 2014

3 DE DICIEMBRE-SAN FRANCISCO DE JAVIER-DÍA DE NAVARRA





Mañana, 3 de diciembre, la hermosa tierra que me vio nacer se vestirá de gala con la celebración del Día de Navarra. Tendrán lugar diversos actos dirigidos a toda la ciudadanía para poner de relieve cuanto nos une a quienes nos sentimos tan orgullosos de nuestro Viejo Reyno, cuya larga y rica historia continúa siendo fuente de inspiración.

Esta fecha conmemora el fallecimiento de nuestro embajador más insigne, el misionero San Francisco de Javier, miembro del grupo precursor de la Compañía de Jesús -congregación religiosa a la que pertenece el actual Papa Francisco- y estrecho colaborador de su fundador, San Ignacio de Loyola.  

Huérfano desde los tres años, el joven creció en un clima de guerras y división pero a los dieciocho tuvo la fortuna de iniciar sus estudios universitarios de Humanidades en la prestigiosa Sorbona de París. Fue allí donde el destino le hizo compartir habitación con Ignacio, siendo influenciado de forma definitiva por su famosa frase “¿De qué sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?". Desde entonces, decidió ganar tanto su alma como la de millones de fieles cristianos y en aquellos tiempos sedientos de conquistas y de poder, abrió los ojos, los brazos y, sobre todo, los espíritus de quienes recibieron su mensaje evangélico. Durante los once años que vivió en el Lejano Oriente, aceptó de buen grado la diferencia de cultos, razas y civilizaciones, sembrando entre ellos la Buena Noticia del Amor.

Por fortuna, su ejemplo sigue cundiendo con el paso de los siglos en muchos de sus paisanos, uno de los cuales, José Luis Garayoa, desempeña a día de hoy su labor apostólica en Sierra Leona, el país más azotado por el virus del ébola, aunque evidencia su profunda indignación con vehemencia al afirmar que “lo único que interesa al Primer Mundo de Sierra Leona es su riqueza en minerales preciosos. Los seres humanos no cuentan”. En las facultades de Filosofía y Teología le enseñaron que el valor de la vida humana es infinito pero en su parroquia africana se le mueren cuatro de cada cinco niños antes de cumplir los cinco años. 

Dice que, a veces, cierra los ojos, le pregunta a Dios por qué y se pelea mucho con Él. Pero, aunque el dolor haga más tortuoso el camino de la fe, él se obstina (para algo es navarro) en abanderarla. "Hay gente que me pregunta si en este desastre veo a Dios y yo les respondo que no podemos esperar a que Dios baje a hacer milagros contra esta pandemia. Porque Dios no hace milagros. Dios nos da la capacidad de hacerlos".

Existen, pues, cientos de seres humanos que tienen un corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco de Javier fue uno de ellos. José Luis Garayoa es otro. Dos paisanos de los que me siento muy orgullosa y a quienes, desde la distancia, recordaré especialmente en mi oración este 3 de diciembre.





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