martes, 21 de abril de 2015

ADIÓS A UN ESCRITOR COMPROMETIDO





Apenas una semana después de su fallecimiento, continúo leyendo con emoción las palabras de despedida de numerosos autores a la figura del excelente escritor uruguayo Eduardo Galeano, cuya obra le sobrevivirá para suerte de todos sus lectores, presentes y futuros.

Intelectual comprometido y defensor del derecho a la dignidad de los hombres, resulta admirable su manera de ejercer la crítica social recurriendo para ello a un estilo primoroso.

Su exitoso ensayo “Las venas abiertas de América Latina”, publicado en 1973, da la medida de su valía personal y profesional y sigue siendo un referente de la tan necesaria literatura de denuncia.

El hombre honesto que fue Galeano luchó contra la dictadura uruguaya y sufrió por ello el exilio, lo que no le impidió conservar su condición de artista insobornable que satirizó los vicios, la rapiña y la soberbia de “los de arriba”, dejándonos no sólo un fidedigno retrato de las miserias de su continente latinoamericano sino de la enfermedad moral que provoca en la ciudadanía la escala de valores de un sistema económico que le aparta de su verdadera dimensión humana.   

La armoniosa combinación de ensayo, poesía y crónica, junto a un lenguaje depurado y preciso, lleno de ironía y humor pero ausente de alharacas y florituras, le definen como una pluma de primera fila que conmueve y apela a la reflexión.

Nos ha demostrado con su trayectoria vital que compromiso y buena literatura no tienen por qué ser excluyentes. Muy al contrario, ese concreto rasgo es una de las principales razones de su triunfo y de su reconocimiento.

Descanse en paz.

FRASES ESCOGIDAS

Libres son quienes crean, no quienes copian, y libres son quienes piensan, no quienes obedecen. Enseñar es enseñar a dudar.

Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos.

Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo.

Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y, a veces, la mejor manera de comunicarse es callando.

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar.






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