martes, 9 de junio de 2015

FOTO FIJA DE UNA SOCIEDAD ENFERMA





Es bien sabido que Turquía pretende entrar desde hace mucho tiempo en la Unión Europea. Sin embargo, con acciones como la que acaba de saltar a las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo, parece una aspiración inalcanzable, por suerte para el resto de los países miembros, España incluida.  

Una mujer maltratada de Ankara ha sido condenada a compensar económicamente a su marido por haberse este lesionado en la mano tras golpearla salvajemente. El caso comenzó cuando la Policía se vio obligada a intervenir para impedir que el agresor sacara a su esposa y a su hijo del domicilio de unos vecinos donde se habían refugiado tras la enésima paliza. De hecho, el sujeto en cuestión ha continuado agrediendo a la víctima incluso después del juicio, aprovechando el esposo los días de visita al piso de acogida en el que vivían madre e hijo concedido por ley,  por lo que ambos han tenido que ser trasladados a otra ciudad del país.

Lo inadmisible de esta historia es que la Oficina del Fiscal de Ankara decidió acusar a ambos cónyuges de herirse mutuamente. A él, por los golpes propinados y a ella, por un arañazo en el pecho y por la mano inflamada, sentenciándoles a pagar el equivalente a mil euros y suspendiendo la ejecución del veredicto. Equiparar una paliza a un arañazo parecería una broma de mal gusto si no fuera porque es real como la vida misma y porque la actitud de la mujer es un claro ejemplo de legítima defensa. Además, la lectura derivada de la sentencia es que ni la justicia turca ni las autoridades de dicho país apoyarán a ninguna víctima que atraviese una circunstancia similar a la expuesta. Ni más ni menos.

Es imposible no sentir una profunda impotencia ante situaciones como esta. Pienso en millones de niñas y mujeres asesinadas, maltratadas, golpeadas, violadas individualmente y en grupo, rociadas con ácido, secuestradas, obligadas por sus familias  a casarse con alguien a quien ni siquiera conocen. Mujeres sin libertad, utilizadas para tener hijos que nacen en condiciones habitualmente pésimas, mutiladas sexualmente en la niñez , vestidas con unos ropajes que no les permiten ni siquiera respirar y a las que ni muertas en vida las dejan en paz.

Este individuo turco, con el beneplácito y/o la indiferencia de una sociedad enferma, continuará pegando a su mujer allá donde vaya hasta terminar con ella y sin importarle que su hijo común sea testigo.

No cabe mayor horror.



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