viernes, 5 de febrero de 2016

EL RENCOR ES UN PÉSIMO COMPAÑERO DE VIAJE



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 5 de febrero de 2016 





Consultando el diccionario como corresponde a quien ignora el verdadero significado de los términos, observo que se describe el resentimiento como desazón, desabrimiento o queja a resultas de un dicho o acción ofensiva, que puede perdurar largo tiempo y reaparecer al ser recordado. La sensación que causa puede variar, desde una ligera molestia temporal a un profundo malestar que dificulte y hasta imposibilite las relaciones con el ofensor. Es un linaje de venganza atenuada, que no es tanto enojo como tristeza y aun amor disimulado. La definición se cierra con la afirmación de que el resentimiento enquistado y agravado acaba transmutado en rencor. Perversa palabra. Sigo buceando y me derivan a otros conceptos igualmente rechazables, como amargura, despecho, envenenamiento, hiel, pique y, de nuevo, rencor. Y, tras soportar semanas y semanas la mediocridad negociadora de nuestros dirigentes patrios, ya me sobrepasa tanta negatividad. 

Confieso que, de todas ellas, la que provoca mayor conmoción en mi ánimo es la que indica su vertiente de hostilidad hacia algo o alguien, de ira no resuelta ante un acontecimiento, de enfurecimiento, de incapacidad para perdonar. Debe ser porque en esta acepción me resulta aterradoramente sencillo identificar a quienes lo practican. A muchos de ellos les veo a diario en las televisiones, les escucho en las emisoras de radio y les leo en los diarios. Algunos son periodistas. Otros tertulianos (signifique lo que signifique). Y otros, aspirantes a ocupar cargos políticos en este país nuestro que se desangra por los cuatro costados. Se trata de seres que no avanzan, rumiantes permanentes de su desdicha, empeñados sin tregua en asistir al castigo de quienes causaron su dolor, sea hogaño o antaño, fruto de acontecimientos sucedidos hace meses, incluso años, pero que se convierten en unos nocivos compañeros de viaje, de gran impacto en su vida y, por desgracia, en la de los suyos. 

Su idea de memoria histórica suele tener muy poco de ambas, de memoria y de histórica. De la primera, porque es muy frágil. De la segunda, porque es muy manipulable. Además, la contienda a la que aluden les pilló décadas antes de ser engendrados, mientras que, paradójicamente, quienes la sufrieron en carne propia (y casi todos tenemos ejemplos en nuestras propias familias), aunque nunca olvidaron y reclamaron la justicia que merecían, sí fueron capaces de dar muestras de generosidad y de sobreponerse a las pérdidas y al espanto lo mejor que supieron. Como bien refleja su aspecto exterior, el componente de hondo sufrimiento de estos nuevos justicieros está fuera de toda duda. Para los militantes de la inquina es una desgracia que la cara sea el espejo del alma. Su particular retrato de Dorian Grey reposa sobre un atril invisible al tiempo que, una a una, las hojas del calendario van cayendo irremisiblemente. 

Dicen que el resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera. Me parece una visión bastante acertada del drama. Es lo que tienen los resentidos crónicos, que su incapacidad para el perdón y para la autocrítica proviene de su firme convicción de ser los inocentes de las historias. Y esa condición de víctimas les incapacita para cualquier acción terapéutica dirigida a sanar su desarbolado mundo interior, precisamente porque los culpables son siempre “los otros”. Decía Nietszche que el resentimiento es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento, vive en la esclavitud. No puedo estar más de acuerdo. Como tampoco puedo sentirme más aliviada de no haberlo practicado en mi vida. 

Tal vez sea mi herencia genética. Tal vez los valores que me inculcaron. Pero lo más probable es que, como en tantos otros aspectos de mi carácter, sea cuestión de voluntad. O de voluntariedad. O de voluntarismo. O, simple y llanamente, de mi profundo convencimiento de que el tiempo es oro y no se debe malgastar visitando a diario las hogueras del alma.

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