viernes, 17 de febrero de 2017

SOBRE LA LEGITIMACIÓN SOCIAL DE LOS NUEVOS MODELOS FAMILIARES



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 17 de febrero de 2017

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 23 de febrero de 2017




En pocos ámbitos como en el familiar se aprecia de un modo más patente el gran cambio experimentado en las últimas décadas. El modelo denominado tradicional, compuesto por el padre, la madre y los hijos, presenta a día de hoy una notable evolución que ha dado lugar a familias reconstituidas, ensambladas, monoparentales, homoparentales y, más recientemente, creadas a través de la maternidad subrogada. 

Este fenómeno, al alza en los últimos años, no implica que deje de ser el núcleo central de las relaciones afectivas. Significa tan sólo que ya no se asienta únicamente sobre lazos biológicos, sino también de otra índole. Se trata, pues, de un universo interpersonal sometido a múltiples influencias y que reclama una legitimación social y una regulación legislativa apropiada.

Ser conocedores de esta diversidad y de las problemáticas que genera supone un primer paso imprescindible para acelerar las necesarias reformas legislativas llamadas a rellenar esas lagunas existentes que operan en detrimento de los menores que forman parte de estos nuevos patrones sobrevenidos. En ese sentido, considero que es deber de los juristas ejercer su profesión en pro de la ciudadanía y vivir la justicia de un modo cercano, sobre todo cuando se trata de velar por el bienestar de los más pequeños de nuestra sociedad.

Abundando en la misma idea, las instituciones también han de responder con celeridad a estos imparables cambios sociales que nos afectan, ofreciendo respuestas tendentes a normalizar la diversidad en vez de crear grupos excluidos y, en consecuencia, vulnerables. Recientemente, la Delegada del Gobierno para la Violencia de Género, exponiendo el marco teórico sobre la concepción de la familia en la Constitución y en la jurisprudencia constitucional, ha descrito a la actual familia española como “pequeña, cambiante y diversa, cuya regulación posee un carácter ético, puesto que atiende a la protección de los más vulnerables, primando el interés comunitario sobre el personal, pero con un sentido personal frente a lo patrimonial. Es un orden jurídico que ha pasado de jerárquico a horizontal y que supone nuevos retos sobre otras problemáticas sociales, como la dependencia, la igualdad de la mujer, la discapacidad o la violencia sobre la infancia, y para lo que sería de gran ayuda que las estadísticas salieran a la luz, como ha ocurrido con la violencia de género”.   

El hecho cierto es que muchas personas acuden a los juzgados para solucionar diversos conflictos que, con la actual jurisprudencia, no son sencillos de resolver, aunque prevalece en todo caso el interés de los menores y la voluntad de mantenerles a salvo de las discrepancias. En mi opinión, una de las asignaturas pendientes más prioritaria es la de atribuir una posición adecuada a las nuevas parejas de los progenitores, así como a las figuras del padre y la madre no biológicos, en aras a abordar asuntos tan esenciales como el ejercicio de la autoridad parental, la delegación de funciones, la guarda en caso de enfermedad o el derecho de visitas, entre otras.

No obstante, esta regulación tan ineludible no requiere solamente de la intervención de profesionales del Derecho sino, en gran medida, de la participación y el buen criterio de otros especialistas que desarrollan su labor en campos relacionados con la infancia. Exigir una formación especializada en estas nuevas clases de vínculos y fomentar la figura de la Mediación Familiar para alcanzar soluciones más creativas, flexibles y tolerantes con las que convertir el entorno familiar en un universo enriquecedor y al margen del enquistamiento de roles, es una vía muy aconsejable para restablecer la cordialidad y la convivencia, así como la de incluir equipos de apoyo en las propias sedes judiciales. 

Asimismo resulta básico escuchar a todos los implicados en estos nuevos escenarios y, muy particularmente, a los propios niños, porque con sus testimonios pueden iluminar el camino hacia la mejor solución. Las familias cambian, pero los afectos deben permanecer.





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