viernes, 13 de abril de 2018

LA ÉTICA COMO TABLA DE SALVACIÓN




Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 13 de abril de 2018

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 14 de abril de 2018







Pese a asistir en los últimos días a una sucesión de noticias inasumibles desde todo punto de vista, incluido el moral, al menos los amantes de la Literatura estamos de celebración. Acaba de celebrarse el 75 aniversario de la publicación de “El Principito”, el relato más conocido del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, convertido desde el primer momento en un auténtico fenómeno editorial. Se trata de una de las obras literarias más reconocidas universalmente y, aunque se considera un libro infantil por la forma que adopta y la sencillez de la historia que narra, constituye en realidad una metáfora imprescindible que abarca temas tan profundos como el sentido de la existencia. 

A lo largo de sus páginas se plasman las entrañables conversaciones entre un aviador que ha sufrido un accidente en pleno desierto del Sahara y un pequeño príncipe que habita en un lejano asteroide. Durante dichas charlas, el autor pone de manifiesto su visión sobre la estupidez humana y, paralelamente, sobre la sabiduría de los niños que, tristemente, suele quedar por el camino cuando crecen y se convierten en adultos.

"El Principito" encierra un firme mensaje humanista que con el tiempo se ha convertido en una apología sobre la importancia de la aceptación del otro por ser quien es (no por aquello que representa), del rechazo a la injusticia y de los beneficios del contacto con la naturaleza. El texto, además, se acompaña de unas encantadoras ilustraciones del mismo autor, plenas de inocencia y dulzura. Con amplias resonancias éticas, las enseñanzas de este texto son estudiadas en colegios de todo el mundo y consultadas por quienes buscamos en la Literatura las respuestas a numerosas preguntas que hombres y mujeres nos formulamos con frecuencia. Nos sitúa frente al espejo de lo que ahora somos y, más aún, de lo que fuimos en nuestra infancia, y nos conciencia de hasta qué punto nuestra evolución se encuentra marcada por el amor, la amistad, la soledad o la riqueza.

La demoledora frase “todos los mayores han sido primero niños, pero pocos lo recuerdan” ilustra el paulatino olvido de ese tramo esencial de la vida en el que la bondad y la ilusión están más presentes que nunca. Por eso, “El Principito” es un apasionado llamamiento a no olvidar nuestras raíces y una interpelación sobre la conveniencia de equivocarnos, de tomar vías inesperadas y de asumir riesgos vitales. Obviamente, resulta mucho más difícil juzgarnos rectamente a nosotros mismos que a los demás pero, si lo conseguimos, habremos avanzado un gran trecho por la senda de la felicidad. Recalca la importancia de desterrar prejuicios y la necesidad de conocerse a uno mismo, de saber las fortalezas y debilidades propias y, a partir de ahí, de obrar en consecuencia y con respeto.

Asimismo, otro de los aspectos más relevantes de esta joya es la crítica del escritor hacia la acumulación de bienes materiales, desnudando de forma brillante la desmesura humana en busca del dinero. Para Saint-Exupéry,  toda persona ha de vincularse a terrenos en los que su actividad laboral no deje totalmente de lado su disposición para disfrutar. De otro modo, convertirá su día a día en un espacio saturado de insatisfacciones. En definitiva, “El Principito” nos regala profundas enseñanzas para que aprendamos a Vivir con mayúsculas, entre ellas, pensar en los demás, cuestionarnos por qué y para qué obramos, alejarnos del consumismo y no caer en la rutina.

Como broche final, también escojo la más célebre frase de este muchachito viajero y curioso, que observa con perplejidad el mundo de los adultos y que no duda en afirmar que estos nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismos, por lo que resulta muy aburrido para los niños tener que darles explicaciones una y otra vez: "No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos". No existe mayor verdad.

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